“De Mayo a Junio” es un monólogo que trata de reflexionar con humor sobre el ciclo político que se abre con el 15M aprovechando como motivo el cierre del ciclo electoral el 26 de Junio de 2016. La obra intenta trazar un diálogo entre el perfil del propio actor (joven, de padres de clase media que pagan sus estudios fuera de su ciudad, de la “generación perdida”, actor frustrado, activista de Podemos, anticapitalista, participante del 15M, trabajador precario en un comedor, hombre…) con la realidad social y política. Así pues, la obra es un recorrido por el ciclo político siguiendo un cierto orden cronológico en la que se va saltando de lo personal a lo colectivo bajo la soterrrada pregunta de ¿qué ha cambiado? Y el deseo de dignificar, recordar, reconstruir, reflexionar y reconciliarse con el tiempo vivido.
Puedes verla en el Teatro del Barrio de Lavapiés una vez al mes. La próxima función será el día 28 de Marzo.
– Pedro, qué tipo de obra es “De Mayo a Junio”, qué es lo que quieres narrar a través de esta obra?
De Mayo a Junio es un monólogo humorístico que narra, partiendo desde lo autobiográfico, el ciclo político que se abre con el 15M y que llega hasta la actualidad. Es un intento de reencontrarnos con nuestro tiempo, con nuestras victorias y derrotas, con vivificar y dignificar la lucha y las que lo han hecho posible. Sin embargo no es un recuerdo cristalizado o mitificado, sino más bien la conexión de ese pasado inmediato con nuestros retos presentes.
Respecto al tipo o al estilo es difícil de encuadrar, y tal vez la referencia más cercana sería el estilo teatral que está creando Alberto San Juan desde su Autorretrato de un joven capitalista. El equipo De Mayo a Junio hemos partido de dos premisas básicas. La primera ha sido la sencillez y la honestidad, intentando así, no obviar ni la subjetividad del relato, ni la importancia de los hechos que se narran (o representan) y sus protagonistas colectivos. La segunda ha sido la centralidad del ritmo y la palabra, para que la obra fuera entretenida y apta para todo tipo de público (tanto activista como completamente ajeno). En definitiva la obra, como al principio de la obra se menciona, es un poco una manualidad en la que hay mucho mezcla de estilos y referentes, desde el teatro documental, al discursivo, pasando por el carnaval de Cádiz o la comedia de Ignatius Farray.
– En tu obra mezclas un desarrollo de una historia personal con un ciclo político particularmente interesante en el Estado español, ¿cómo se entrecruzan ambas historias?
A la hora de escribir el texto y pensar en los últimos años me ha sido imposible despegar una cosa de lo otra, y más que pensar en clave “esto es más político y esto más personal” la diferencia ha sido más pensar en el protagonista del hecho que estaba narrando, si era un protagonista más colectivo o más concreto e individual. Es por eso, que en la obra, intento acercarme con tanto cuidado y cariño a los hechos sociales y políticos, como a los personales. Y en este caso, me parecía enriquecedor ese diálogo conflictivo y constante entre lo que yo vivía a nivel micro, y lo que estaba sucediendo a nivel social y político. A nivel narrativo es cierto que hay dos vínculos poderosos entre lo personal y lo político. Por una parte un vínculo sociológico referente a mi propio perfil (activista en el 15M, con padres de “clase media” que le han pagado sus estudios, que perfectamente pudo ser de la Juventud Sin Futuro, anticapitalista, etc.) y por la otra, un vínculo cronológico con la coincidencia de hechos importantes en mi vida personal con la apertura del ciclo político.
– Desde el 15M mucha gente ha hablado de una ruptura parcial con lo que se ha dado en llamar “cultura de la Transición”. Un tipo de cultura consensual que alcanzaba a todas las esferas de la vida pública, incluyendo las artes en buena medida. A nivel del teatro se ha producido algún tipo de ruptura, de apertura de nuevas formas de experimentación?, qué impacto ha podido tener sobre la creación teatral el tiempo político que hemos vivido?
Creo que la crisis del Régimen del 78 que caracteriza este ciclo político, repercute en una crisis de la CT (a pesar de ser un término que en ocasiones actúa como cajón de sastre en el que cada uno mete sus propias fobias o gustos). También creo que la crisis económica ha afectado a formas y contenido, y por ejemplo la proliferación de monólogos es buena muestra de ello. Sin embargo, tengo la sensación de que aunque haya crecido exponencialmente tanto a nivel formal como a nivel discursivo expresiones culturales que abren brecha respecto a la CT en las periferias, el cuerpo institucional y económico que sostiene a esta cultura de la transición se mantiene con cierta solidez. En ese sentido, veo fundamental más allá de seguir creando contenidos y formas rupturistas, profundizar en la creación de estructuras que puedan sostener e impulsar otro modelo cultural que tenga en cuenta dos ejes fundamentales: acabar con la precariedad del trabajo cultural y crear una cultura participada desde abajo, popular. Y para eso pienso que tenemos dos tareas urgentes: Por una parte cambiar la manera en la que las instituciones se relacionan con la cultura, y por la otra crear tejido económico sólido en formas de cooperativas culturales, red de salas, sindicatos de artistas, creación y participación de públicos etc. Por último, he de reconocer que percibo que ni por parte del movimiento ni por parte de los creadores tenemos una idea muy clara de qué modelo cultural queremos, de como se relaciona el movimiento con lxs creadorxs (y viceversa) y que estrategias seguir.
– Parece que hay un interés creciente por el mundo del teatro alternativo y que, de hecho, hay experiencias que muestran que hay un circuito de un teatro político, de denuncia en el que, pro ejemplo, el Teatro del Barrio en Lavapiés juega un papel fundamental. ¿cómo ves esta situación?, ¿hay futuro para este tipo de teatro?, ¿qué rol puede jugar a nivel cultural pero también de construcción política para los y las de abajo?
La respuesta a esta pregunta es un poco continuación de la anterior y el ejemplo del Teatro del Barrio, con todas las dificultades y contradicciones que se puedan tener, es de los más interesantes. En ese sentido creo que el 15M construye posibles nuevos públicos, precisamente por esos elementos de ruptura con la CT. El Teatro del Barrio por su parte, se convierte en estructura social y económica que no sólo satisface a ese tipo de público, sino que lo amplia, lo alimenta y también actúa como laboratorio de creación y de innovación artística. El valor cultural que tiene el Teatro del Barrio es enorme, y sus datos económicos nos indican que parece que sí existe un futuro para este tipo de teatro. Por otra parte, cabe destacar que el Teatro del Barrio pivota sobre la idea de ruptura con la CT tanto en la manera de producir, de consumir y de participar en la cultura , como en los contenidos y formas. Por último, aunque tal vez sea atrevido, creo que el Teatro del Barrio se ha convertido en una institución popular cuyo valor va mucho más allá del cultural, sobretodo por la manera en la que han conseguido articular lo popular, el rigor profesional, la formación política, la generación de espacios de socialización, el ocio e incluso apoderándose de productos que hasta el momento había hegemonizado la CT.
– Y ya, para acabar, qué planes tienes de futuro con respecto a esta obra o nuevas ideas que ya estés explorando…
Nuestros planes es seguir haciendo esta obra una vez al mes en el Teatro del Barrio y sobre todo, empezar a moverla por todo el estado, tanto en espacios profesionales como en espacios más activistas. Creemos que la obra va a seguir creciendo y que seguro que cambia, e introduce nuevos elementos. En ese sentido, aprovechamos este espacio para ofrecer nuestro trabajo a toda la gente del estado que pueda estar interesada en llevar el espectáculo a su territorio. Por otra parte , más a largo plazo, nos ronda la idea de ir creando algún espectáculo sobre la cultura.