Miguel G. | “Elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compac disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales, elige pagar hipotecas a interés fijo, elige un piso piloto, elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego.” Trainspotting (1996).

Así comenzaba la mítica película de 1996 en la que en unos breves dos minutos se caracterizaba los anhelos de toda la mal llamada clase media. No había ninguna mención a defensa de derechos, luchas de clase… un televisor grande que te cagas.

Este mes de junio está siendo infernal para la Educación Pública. Y no solo por el calor, que ya sabemos combatir merced a las instrucciones que se le ocurrieron al Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, en un alarde de desarrollar nuevas pedagogías, integrando Plástica y Ciencias Naturales, al recomendar nuestro alumnado la fabricación de abanicos de papel para superar los más de 30 grados que se alcanzan en los centros escolares públicos. También por cómo una política educativa neoliberal, elitista, segregadora y mercantilizada se va desarrollando como proyecto de control social de las clases trabajadoras. Y estas, cada vez más sumisas, con visiones cortoplacistas de los problemas, se dejan llevar y dejan hacer por un infundado miedo a los cambios.

Este año, empero, ha sido duro para la Educación Pública. A los cierres de centros de manera absolutamente injustificada como en el caso del IES Pérez Galdós, se suma el caos que hay en la matriculación. Son miles las familias en toda la Comunidad de Madrid que no pueden ejercer la libre elección de centro. ¿Por qué? Porque la Consejería que dirige Van Grieken, el nuevo PP de Cifuentes, se dedica año tras año a recortar no solo presupuesto, sino también la oferta de plazas en los centros educativos públicos. Y después dicen con desfachatez que se preocupan de la Educación Pública. Sí, se preocupan de desmantelarla y de mercantilizar el derecho a la educación pública, gratuita, universal y de calidad.

Frente a ello, lo que principalmente nos encontramos es con el miedo. El miedo de las familias a que si defienden los derechos de sus hij@s, estas se vean perjudicadas en su expediente académico o que no se les conceda la plaza en el centro que tienen al lado de su casa, como si estuviéramos hablando de regalías del Gobierno Autonómico. Miedo a que, si un centro es muy combativo contra las políticas neoliberales, se le señale para un próximo cierre y por lo tanto se comporten como AMPAS sumisas ante los equipos directivos, ignorando los derechos y la dignidad del propio alumnado, de sus hijos e hijas.

Miedo de un profesorado, cada vez con menos recursos y con menos autonomía para ejercer su cátedra. Miedo a que, al ser interin@ y protestar por sus legítimos derechos, decaigan de la lista y se encuentren con la terrible situación de que no le vuelvan a llamar. Miedo y conformismo a iniciar nuevos proyectos pedagógicos que revolucionen la forma de impartir un currículo, por no enfrentarse a unas empresas editoriales que riegan de regalos y por no tocar demasiado el status quo impuesto por auténticos comisarios políticos neoliberales. Finalmente, miedo de perder la posición hegemónica de una parte del sindicalismo que hace mucho que se mueve más por interés corporativo que por interés de clase.

Frente a todo ello, nos encontramos con movilizaciones. Movilizaciones que son organizadas y promovidas por muy pocas, con mucho esfuerzo, con mucho sacrificio de conciliación familiar. Un esfuerzo titánico, que en el caso de las Mareas tiene unos resultados exponencialmente más llamativos frente a las pocas que realizan los trabajos. Y este esfuerzo es en beneficio de todas las clases trabajadoras y populares que tienen en todas estas activistas la voz de la protesta, la voz de la movilización, la defensa de los derechos de todas.

Y ¿qué ocurre con los que son afectados directamente? Pues el coche grande, la hipoteca a interés fijo, la tele grande que te cagas… eso sí, cuando directamente nos afecta el problema, entonces de repente nos convertimos en los más reivindicativ@s. El cortoplacismo, acción social en la que el nivel de indignación inicial es siempre inversamente proporcional al compromiso con el movimiento cuando ya se nos ha solucionado el problema a través de aquellos y aquellas que siguen en la brecha indefinidamente. O cambiamos esta situación o será muy difícil construir nuevos modelos y nuevas políticas.

Miguel G. es militante de Anticapitalistas y activista de Marea Verde Madrid.

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