Cristóbal López Pazo | Qué necesitados estamos de estos gestos de solidaridad obrera a gran escala que rescatan del olvido nuestro orgullo de clase. Qué vacío está nuestro imaginario colectivo de gestos que entretejan un significado real para lo que es, o debería ser, nuestra característica primordial como clase, la solidaridad. La piedra angular sobre la que construir ese nuevo mundo anhelado. Porque solo a través de la solidaridad podremos rompe la fragmentación y la división inducidas por el capital y construirnos como clase.

El mensaje de “no estais solos en esta lucha”, “no os vamos a quitar el pan”, desde las/os trabajadores de la factoría PSA de Vigo a las/os 2.000 compañeros de la factoría de Figueruelas en Zaragoza, ante el chantaje de la dirección de la empresa, que amenaza con llevarse el nuevo modelo a la planta de Vigo, es de los que ayudan a recuperar la centralidad del conflicto de clase.

Este gesto solidario se engrandece cuando tenemos en cuenta que las condiciones laborales precarias que la patronal quiere imponer en la planta recién absorbida de Figueruelas hace tiempo que fueron implantadas sobre las/os trabajadores de PSA Vigo.

La planta de Vigo empieza a despertar de la sumisión amarilla del SIT, un sindicato de empresa, que queda fuera de juego una vez que en la estrategia patronal no queda rastro del antiguo fordismo que imperaba en el siglo pasado, en el sentido de ser incapaz de repatir migajas, y cuyos vestigios se desvanecieron con la crisis de principios de este siglo, una crisis que convenientemente se ha convertido en el estado natural del sistema.

En la comarca de Vigo, trabajar en Citrôen hace 40 años era algo envidiable por sus condiciones laborales muy por encima de la media, con prestaciones especiales como el famoso supermercado “el economato de Citrôen”. Todo esto no es más que un recuerdo borroso, las condiciones precarias que impone ahora la patronal con la complicidad del SIT son tales que necesitan publicitar en la prensa sus demandas de personal a contratar, cuando antes la afluencia era masiva con que solo se corriera la voz.

Su estrategia es clara y evidente pero no por eso menos efectiva. Eliminar toda resistencia de los trabajadores más antiguos a base de despidos incentivados y llenar las cadenas de nuevos trabajadores con condiciones laborales muy precarias.

Hace 40 años las/os trabajadores de limpieza de la planta de Balaídos eran el peldaño más bajo del escalafón salarial de la planta. Ahora, incluso cuando son pasto de las artimañas de CLECE (empresa concesionaria), son la envidia del resto de las/os compañeros de la factoría, habiendo mantenido sus condiciones laborales después de una intensa lucha impulsada por CGT. Esto da buena medida del alcance de la precarización que sistemáticamente viene imponiendo la patronal, al son de los tambores de guerra entre factorías de la misma compañía por la producción de tal o cual modelo.

Pero no hay mayor fuerza combativa que la que nace de la desesperación del que no tiene nada que perder. Ante un sindicato amarillo obsoleto por las circunstancias aparecen con fuerza los sindicatos combativos, CUT y CIG sin apenas voz hasta ahora. Estos brotes rojos en el inmenso campo amarillo que era PSA son un motivo para la esperanza de que nuestra clase se esta quitando del narcótico consistente en la creencia de que todos éramos clase media acomodada. Señalan el camino a seguir: frente a la competencias entre las/los de abajo, organización sindical, solidaridad y lucha, las viejas armas de nuestra clase.

 

Cristóbal López Pazo es militante de Anticapitalistas.

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