Julia Cámara | El 10 de marzo de 1974 el municipio italiano de Mestre fue testigo de cómo la plaza que albergaba los mítines y protestas de los obreros del área industrial de Porto Marghera, se llenaba de miles de mujeres. De haber estado presentes, los trabajadores del puerto habrían podido escuchar a una treintañera en minifalda gritar: “Nunca hemos visto una huelga general. Sólo hemos visto salir a la calle a hombres, por lo general hombres de las grandes fábricas; mientras sus mujeres, hijas, hermanas y madres seguían guisando en la cocina”. La mujer que hablaba era Mariarosa Dalla Costa, la teórica y activista feminista de la que Federici reconoce haber recogido la idea de que el trabajo reproductivo es también trabajo, y una de las impulsoras de la campaña por un Salario para el Trabajo Doméstico en Italia.

La campaña por el Salario para el Trabajo Doméstico, desarrollada durante los primeros años 70, buscaba visibilizar la gran cantidad de trabajo socialmente necesario no remunerado que las mujeres hacían a diario “dentro” de los hogares. Economistas como Federici o Dalla Costa sostuvieron que, bajo el capitalismo, la precondición para que un trabajo fuese reconocido era la existencia del salario. La ausencia de salario, por tanto, arrebata la libertad de elección a las mujeres (que quedan subordinadas al criterio masculino) y les bloquea la posibilidad de luchar por mejorar sus condiciones materiales.

Las mujeres, claro, siempre han encontrado maneras de responder, pero la mayoría de las veces lo han hecho de manera aislada, mediante negociaciones o confrontaciones individuales. La campaña por el Salario para el Trabajo Doméstico buscaba hacerlo de una manera política. Un salario propio, se sostenía, permitiría a las amas de casa obreras no verse obligadas a aceptar una doble jornada y desnaturalizaría la asunción femenina de las tareas domésticas. El objetivo no era económico en lo inmediato: la mediación del salario negaba el trabajo doméstico como expresión de la naturaleza femenina y empujaba necesariamente hacia una restructuración radical de las relaciones sociales.

El debate sobre la liberación de las mujeres del trabajo doméstico y sobre el rol económico del trabajo reproductivo no era nuevo, pero sí la manera de enfocarlo. Al poner el acento en la cuestión del salario, la campaña recibió importantes críticas por parte de sectores del movimiento feminista que creían que la traslación de los cambios en las relaciones económicas al plano cultural no era mecánica ni inmediata. Por lo tanto, se corría el riesgo de que el salario fijara a las mujeres al trabajo doméstico. Este encasillamiento iría obviamente justo en el sentido contrario al de la buscada restructuración de las relaciones sociales.

Aun con todas las contradicciones, la campaña por el Salario para el Trabajo Doméstico tuvo dos enormes potencialidades. La primera fue la difusión de la idea de que la familia (como unidad básica de producción) y el trabajo de cuidados o reproductivo (como productor de la mercancía fuerza de trabajo) eran dos pilares fundamentales para el funcionamiento del capitalismo. Por lo tanto, la lucha contra la institución familiar y contra el trabajo doméstico atacaban directamente la estabilidad del mismo. La segunda fue el modo en que las mujeres fueron capaces de encontrarse y de romper con las subjetividades socialmente impuestas. Construyeron una alternativa de identidad de mujer no basada, paradójicamente, en la vinculación al hogar ni al trabajo doméstico, sino en la lucha compartida.

Aquel 10 de marzo, Dalla Costa finalizó anunciando que sólo “cuando alcancemos cotas de poder que nos permitan reducir nuestra jornada laboral de 13 o más horas a 8 horas o incluso menos, cuando podamos a la vez poner a la orden del día nuestras vacaciones (…), entonces, tal vez podamos hablar por primera vez de una huelga ‘general’ de la clase obrera”. Hacia ello vamos.

 

Julia Cámara es militante de Anticapitalistas y activista feminista.

 

Puedes leer éste y otros artículos en el número 5 de la revista Poder Popular:

Revista Poder Popular #5

 

Escrito por:

Julia Cámara
Historiadora. Feminista. Miembro de la redacción de Viento Sur y militante de Anticapitalistas Aragón.
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