Ruth Adsuar i Sabater | Las aparadoras y trabajadoras del calzado de Elche se han reunido en asamblea para constituirse en asociación, por primera vez en la historia, y hacer frente así a los condiciones de precariedad, cercanas al esclavismo, a las que les somete la economía sumergida y la división patriarcal del trabajo.

Desde los años 60, el desarrollo de la industria del calzado en la provincia de Alicante se ha producido gracias a la implantación de la economía sumergida como herramienta de abaratamiento de costes y como forma de domesticación laboral. Alicante ha sido un laboratorio de pruebas que ha exportado este modelo salvaje a otros sectores económicos y a otras provincias. Sin contratos de trabajo, sin derechos y con miedo a perder el empleo, las mujeres han sido las más perjudicadas del sistema. Esenciales en la cadena de producción porque sus trabajos son imprescindibles para acabar los zapatos, se les ha relegado en fábricas y talleres, siendo el trabajo a domicilio, amparado en una supuesta conciliación, la expresión de la deslocalización productiva dentro de la misma ciudad, del aislamiento de las trabajadoras, de la competencia entre iguales por hacer el trabajo que conlleva el abaratamiento constante de los salarios, y del empeoramiento extremo de las condiciones laborales que obligan a trabajar jornadas de doce horas para conseguir unos ingresos mínimos con los que tienen que costearse, además de sus gastos diarios, los gastos derivados de trabajar en sus casas (luz, hilos, reparaciones de las máquinas…). En la actualidad, cobrar cuatro euros la hora, sin contrato, se considera un privilegio.

Inspiradas en otras luchas y movimientos como el de Las Kellys, las aparadoras y trabajadoras del calzado han decidido asociarse para hacer frente a los abusos de una industria que ha dispuesto de su trabajo y sus vidas a su antojo, con la connivencia de las instituciones y agentes sociales, que no han sido capaces de dar solución a un problema que las condena a la misera en el presente, pero también en el futuro. Miles de mujeres con una vida laboral que se inició en su adolescencia, apenas tienen años cotizados y se enfrentan a unas jubilaciones de miseria, además de tener que luchar con una enfermedades derivadas de su trabajo que ni siquiera están reconocidas.

Esta situación de extrema debilidad de las trabajadoras contrasta con la posición social y el prestigio de las marcas que durante años se han aprovechado de su trabajo, por eso quieren desenmascarar a las fábricas y a los empresarios que desde hace décadas han convertido la explotación en su fuente principal de ingresos.

Las aparadoras y las trabajadoras del calzado saben, porque la experiencia así se lo ha demostrado, que sólo estando unidas podrán conseguir sus derechos, y no dudan en mencionar los éxitos del movimiento feminista como uno de sus referentes. Pese a que el miedo a perder el empleo es la herramienta básica de supervivencia dentro de la economía sumergida y pese a que el acoso y el mobbing son habituales dentro del sector, que castiga dejando sin trabajo a quienes han demandado mejoras laborales, más de sesenta mujeres se reunieron el viernes, 20 de abril de 2018, para unir fuerzas y recorrer un camino de lucha. Por primera vez en la historia, las mujeres que trabajan en la industria del calzado han decidido dar la cara, mostrarse, arriesgando su sustento, para demandar a las instituciones la atención y las soluciones que necesitan para acabar con las condiciones laborales de miseria y dejar de ser invisibles en un municipio en el que, según un estudio de la Universidad Miguel Hernández, la economía sumergida se considera algo “arraigado y normal”.

Su objetivo principal es denunciar sus condiciones laborales y dejar de ser invisibles. Además, quieren hacer llegar a las instituciones sus demandas, proponer soluciones y desarrollar acciones formativas que les ayuden a encarar esta nueva fase. Su próxima asamblea, el 4 de mayo de 2018, sentará las bases organizativas de una asociación que está llamada a remover los pilares básicos sobre los que se ha construido la economía de la provincia de Alicante: la precariedad, el miedo y la ausencia de derechos laborales.

 

Ruth Adsuar i Sabater es militante de Anticapitalistes País Valencià.

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