Maureen Zelaya y Gerardo García | El pasado 14 de mayo, coincidiendo con el traslado de la Embajada estadounidense ante Israel a Jerusalén, el Estado Israelí cometió su última gran masacre (quién sabe si ya penúltima cuando estas líneas salgan a la luz) sobre el pueblo palestino. Al menos 59 personas (8 de las cuales, niñ@s) resultaron muertas y no menos de 2400 resultaron heridas, a resultas de la brutal represión que recibieron mientras se manifestaban en protesta contra la nueva ubicación de la citada Embajada.

Este traslado, avalado y anunciado por Donald Trump hace unos meses, no responde más que a una nueva ofensa del sionismo y su proyecto supremacista, imperialista y genocida para la región, inmersa en un ataque constante al pueblo palestino que se alarga ya 70 años. Todo ello silenciado, consentido, cuando no auspiciado y ‘premiado’ (en su inmensa mayoría) por ese conglomerado formado principalmente por estructuras oligárquicas y antidemocráticas que damos en llamar ‘Comunidad Internacional’.

Las cifras dan una leve idea de la tragedia que vive a diario el pueblo palestino y del genocidio que sufre en la actualidad a campo abierto y a plena luz del día. La matanza ocurrida hace unos días se suman a otras tantas ocurridas en fechas recientes. Aún están recientes en la memoria colectiva la campaña emprendida por el Ejército Israelí durante el verano de 2014 en la que fueron asesinadas no menos de 1000 personas. Así mismo, hay que recordar los informes que hablan de l@s más de 7300 palestin@s muert@s a manos de las fuerzas armadas sionistas entre 2001 y 2011 [1]. La cifra se vuelve especialmente terrible si nos centramos en la población infantil, con un total de 1523 víctimas mortales en su seno en el periodo comprendido entre 2000 y 2013 [2]. El caso de Ahed Tamimi, joven de 17 años detenida en diciembre del año pasado durante ocupación y allanamiento militar de la aldea de Nabi Salih, es, tal vez, ‘sólo’ el más mediático de los casos recientes de abusos y violación de derechos humanos y, concretamente, de la infancia de la que es objeto la población palestina.

Al mismo tiempo, consciente de lo que se juega en el terreno internacional, el Estado de Israel lleva varias décadas con una campaña de blanqueamiento de imagen, enfocada principalmente hacia Occidente. Dicha campaña, centrada mayormente en su promoción como destino turístico y en estrategias políticas como el pinkwashing y el purplewashing [3], cuenta con grandes recursos y aliados y, en vista de los resultados, está resultando tremendamente efectiva. El fenómeno de Netta, con su canción ‘Toy’ (con una temática supuestamente crítica contra el bullying) debe entenderse como enmarcada en esta campaña, que ha experimentado una profunda acentuación en los últimos años y a la que (también es evidente) aún no se ha sabido dar una respuesta lo suficientemente global y contundente desde posiciones contrarias al proyecto imperialista y genocida que representa el sionismo.

Al hilo de estos movimientos y de su más que relativo éxito en cuanto a su imagen internacional, el Estado de Israel y sus representantes no han visto más que aumentada su sensación de absoluta impunidad. Así, las recientes declaraciones de la portavoz del Gobierno, Michal Mayaan en la que justificaba la ya citada matanza del 14 de mayo por ‘no poder meter a tanta gente en la cárcel’ o del propio Primer Ministro, Benjamin Netanyahu que aseguró que todas las personas asesinadas allí (incluídas l@s niñ@s) eran terroristas responden esa legitimación con la que se sienten para continuar con su más que extendida campaña genocida contra el pueblo palestino.

Así pues, a 70 años de la ‘fundación’ del Estado de Israel y, en consecuencia, de la Nakba (la expulsión de la población palestina de los territorios que habitaban y el inicio del confinamiento que da lugar a la insostenible situación que se da en Cisjordania y en la Franja de Gaza, auténticas cárceles a cielo abierto), nos encontramos con una tragedia, la vivida por la población palestina, que, lejos de otra cosa, parece no tener fin, y con un Estado de Israel y con un proyecto político, el sionista, que siguen al pie de la letra con su agenda imperialista y genocida. Con una situación, sin duda, que requiere más que nunca de la solidaridad internacionalista (bien sea desde la plataforma BDS [4] o desde un sinfín de entidades afines) con un pueblo que más que oprimido, está siendo literalmente masacrado.

 

Maureen Zelaya y Gerardo García son militantes de Anticapitalistas.

 

Notas y enlaces:

[1] https://hemeroteca.vozlibre.com/noticias/ampliar/255071/-mas-de-7300-palestinos-han-muerto-en-la-ultima-decada-a-manos-de-las-fuerzas-israelies-

[2] http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=51249

[3] Variedad de estrategias políticas y de marketing dirigidas a la promoción de instituciones, países, personas, productos o empresas apelando a su supuesta condición de simpatizante LGBT (pink) o de causas feministas (purple) con el objetivo de ser percibidos como progresistas, modernos y tolerantes y que, en muchas ocasiones, se utiliza como subterfugio de campañas de todo tipo de marcado carácter racista (mayormente, islamófobo).

[4] https://boicotisrael.net/

Escrito por:

Maureen Zelaya Paredes
Salvadoreña. Militante Anticapitalistas.
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