Josu Egireun | La llegada del gobierno Macron marcó un punto de inflexión en la guerra social impulsada por las élites económicas contra las clases populares. Hasta el punto que Sarkozy llegó a declarar que Macron «se atreve a hacer lo que ellos [Sarkozy, Hollande y quienes llevan en el poder desde hace cuarenta años] no se atrevieron». Macron encarna al 100% el sueño de las élites económicas: imponer el neoliberalismo, acabar con las conquistas sociales y [para ello] imponer una democracia autoritaria. Su proyecto, convertir la sociedad francesa en una start-up y el gobierno en un Consejo de Administración. Su ofensiva es total (en la enseñanza, los servicios públicos, las pensiones, la fiscalidad…); su identidad, bien definida (el racismo de clase), y su método, la represión sin límite (tras haber introducido parte de las medidas que contempla el estado de excepción en el código penal”.

El año pasado fue prolijo en el anuncio de todas las reformas que vendrían y en la imposición de algunas de ellas. Pero también en el aumento del malestar y el estallido social. El primer semestre del año conoció las importante movilización contra la privatización de la SNC [ferrocarril público], el despertar del movimiento con ocupación de universidades y… tras la calma estival, por una reforma que el gobierno pensaba imponer sin ningún problema, estalló el movimiento de los chalecos amarillos.

Y desde entonces el clima social está, digamos, en permanente ebullición, si bien el grado varía: el incremento de la participación en la movilización: del 20 al 27 de noviembre una movilización histórica a favor de la justicia climática, huelga espontánea en la SNCF y la RATP (transporte público parisino) en octubre; movilización masiva del personal de hospitales públicos contra el desmantelamiento del sector, movilización estudiantil tras las inmolación de un estudiante en Lyon (otra estudiante se inmoló en París) para denunciar la precariedad en la que viven; movilización el primer aniversario de los chalecos amarillos que si bien no fue muy masiva, se extendió en todo el territorio y muestra que el movimiento no está muerto ni derrotado, importante manifestación antirracista y contra la islamofobia (pro primera vez con el apoyo de toda la izquierda social y política –excepto el PS-, para denunciar la política del gobierno); manifestación histórica el 25 de noviembre contra la violencia machista; huelga ya de una semana en la radio pública, etc.

El próximo 5, la movilización contra la reforma de las pensiones va a ser una jornada catalizadora toda esta rabia social contenida en la sociedad. El gobierno es consciente de ello y juega fuerte. No sólo en el campo de la provocación, haciendo reventar las movilizaciones para reprimirlas con dureza, sino también intentando disminuir sus efectos restringiendo al máximo el derecho de huelga, más allá de las maniobras típicas para dividir el campo huelguístico, tratando de oponer la «salvación del sistema público de pensiones» frente a quienes disponen de regímenes especiales, etc.

Por último, esta movilización también se enfrenta a una enorme campaña mediática. Un terreno volcado a dinamitar la movilización y donde los mensajes del sistema pasan en bucle (informativos, emisiones especiales…), manteniendo en la opacidad casi total las razones y argumentos contra la reforma, como ya ocurrió con la manifestación contra el racismo y la islamofobia hasta el punto de que el fundador de Mediapart denunciara públicamente este contubernio mediático.

En cualquier caso, la huelga y las movilizaciones del día 5 van a ser importantes. A pesar de todas las dificultades, el movimiento camina firme y según las encuestas tiene un apoyo del 75 al 80%. Habrá que ver lo que viene después.

Josu Egireun es corresponsal de Poder Popular en Francia.

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