Nerea Rapp | La totalmente evitable tragedia de Zaldibar está removiendo conciencias y propiciando una semana intensa de movilizaciones y cuestionamientos de la gestión que los responsables políticos están llevando a cabo en relación a los vertederos, a los residuos, al control (o más bien, la falta de él) de las empresas contaminantes, la calidad de aire en las poblaciones…

El desastre de Zaldibar ha hecho saltar la espita de tal manera que el problema ha transcendido el foco local. De hecho, el derrumbe y el enterramiento de dos trabajadores ha sido noticia a nivel estatal, tanto en prensa escrita como en radio y televisión. En la búsqueda de las causas que lo han origiado por fin sale a la palestra el PNV’ Style: redes clientelares que ponen los intereses económicos y los del partido amigo por delante y por encima de los derechos de las personas, el de la salud en este caso.

Pero esto que parece nuevo para mucha gente, no lo es para quienes llevan mucho tiempo luchando por hacer oír sus causas. A lo largo y ancho de Euskadi existen muchas asociaciones, plataformas y colectivos que llevan años denunciando problemas medioambientales, de calidad del aire, de sostenibilidad. Causas con poca o ninguna proyección ni repercusión en los medios, pero que han mantenido su silenciosa y solitaria lucha contra viento y marea en contra del ninguneo institucional y mediático.

Un ejemplo de ello es la plataforma Güeñes Bizia, que lleva años denunciando la actividad altamente contaminante, cerca de dos núcleos de población, de una planta de combustión de biomasa forestal para la obtención, de manera muy ineficiente además, de energía eléctrica. Una lucha de David contra Goliath, porque deja en evidencia que la apuesta política del PNV en el gobierno, en aras de una supuesta búsqueda de “autosuficiencia” energética de la CAV, pasa por priorizar el beneficio económico de su red clientelar a la salud de las personas y del medio ambiente.

Este patrón de gestión es el que está detrás de lo sucedido en Zaldibar. De ahí la indignación popular, acrecentada por el hecho de que 15 días después las dos personas desaparecidas sigan sepultadas bajo toneladas de tierra contaminada y contaminante. Es tan evidente que desde las instituciones se han hecho mal las cosas, que se está produciendo un despertar y una toma de conciencia colectiva que rasga la apatía instalada en la sociedad (las redes son un buen termómetro para medirlo: en apenas 10 días una página de FB, “Indignados con la escombrera” ha juntado a 15.000 personas que claman justicia y asunción de responsabilidades).

Por ello es importante y crucial que quienes formamos parte de organizaciones ya existentes seamos capaces de organizar y articular un movimiento más global que trascienda nuestras causas individuales, para entre todas presionar con más fuerza y provocar cambios en las políticas y la gestión del PNV, que con la connivencia de su socio de gobierno, PSE, pone por delante los beneficios económicos de su red clientelar a la salud de las personas y del medio ambiente.

Es este un buen momento para confluir en un gran acto reivindicativo común que aglutine todas las causas medioambientales que nos afectan y den oxígeno y vitalidad al movimiento y conciencia ambiental al conjunto de la sociedad.

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