Maureen Zelaya Paredes | El racismo mata, literalmente. Estos días estamos asistiendo a una nueva ola de protestas antirracistas en Estados Unidos, que ya se tienen eco en Europa, y cuyo detonante ha sido el asesinato de George Floyd en Minneapolis (Estado de Minnesota), el pasado 25 de mayo. Se trata de un caso de violencia policial racista que se suma a una larga lista: según la organización Mapping Police Violence1 entre 2013 y 2019 la violencia policial ha dejado 7.663 víctimas de las cuales el 25,3% eran de origen afrodescendiente.

Pero tal como el feminicidio es sólo la punta del iceberg de un sistema patriarcal de dominación, los asesinatos racistas son la última expresión de una estructura profundamente racista, violenta y excluyente, nacida al amparo de la propia construcción histórica de la hegemonía capitalista estadounidense. El sistema de esclavitud de los S. XVIII y XIX permitiría una acumulación temprana pero también la instauración de un sistema social cimentado en la subordinación y dominio de la población negra. A pesar de la lucha y los logros del movimiento por los derechos civiles del pasado siglo, hoy en día, la población afroamericana mantiene amplias brechas de desigualdad de acceso a la educación, la salud, la economía, la justicia penal, entre otros.

De acuerdo con Mapping Police Violence, unas 700 personas afrodescendientes han sido asesinados desde 2017. El asesinato de Floyd marca un punto de inflexión que ya simboliza una lucha más amplia en un país donde la covid19 está golpeando desproporcionadamente a la población negra debido a la pobreza y la falta de asistencia médica. Su muerte nos trae a la memoria el caso simbólico de Eric Garner, que murió asfixiado en 2014 a manos de un policía de Nueva York y en similar situación que Floyd, tras gritar “No puedo respirar”. Garner se volvió símbolo del movimiento Black Lives Matter, movimiento antirracista y por la igualdad que se ha extendido en todo Estados Unidos y quienes ahora son una de las voces alzadas durante las protestas.

Pero, tal como lo señalamos, el racismo es consuntancial al sistema capitalista, al igual que el patriarcado, y se refleja en la mayoría de las sociedades capitalistas occidentales en detrimento de poblaciones afrodescendientes pero también de pueblos indígenas y originarios, todos a quienes la retórica de los gobiernos les niegan su condición de sujetos de derechos para convertirlos en “minorías” necesitadas de protección y expoliadas en favor de las “mayorías” dominantes quienes son la vara de medir (blancos, mestizos) de la racialización sufrida por estos grupos.

Minneapolis resume este sistema: Una familia afroamericana promedio gana menos de la mitad de lo que gana una familia blanca promedio. La propiedad de la vivienda entre los negros es un tercio de la tasa de las familias blancas, mientras que la población negra vive en vecindarios localizados al norte de la ciudad, debido a una política racista de principio del siglo XX cuando a familias negras no se les permitía comprar casas en ciertos vecindarios. Las comunidades afroamericanas también han sido segregadas económicamente con la ampliación de la ciudad durante los años 50 y 60 y la supresión del barrio Rondo (eminentemente negro) para hacer cruzar una carretera interestatal. Con esto, las repercusiones sociales y económicas la pagaron los barrios afrodescendientes.

De acuerdo con la organización Sentencing Project2, tanto la población negra como latina tiene más probabilidad de ser encarcelada debido a: 1) Un sistema que favorece la discrecionalidad del funcionariado público, muchas veces influido por prejuicios raciales, en un sistema penal que pone agravantes a las penas por antecedentes no penales; 2) Un sistema penal que exacerba desigualdades socioeconómicas para el acceso a la justicia y pone en desventaja a sectores empobrecidos.

A ello se le suma la impunidad policial. Mapping Police Violence evidencia que entre 2013-2019 no se realizó ningún tipo de cargo a los policías implicados en un 99% de los casos. Y esta vez, con George Floyd, se refrenda esta tendencia, cuando solo había sido implicado el policía Derek Dauvin bajo cargos de homicidio en tercer grado (involuntario), a pesar de que este policía tiene amplios antecedentes de uso excesivo de la violencia e incluso otro asesinato. La presión mediática y social sobre el caso, ha hecho que se imputen a los otros tres policías que le acompañaban y se eleven los cargos para el principal acusado3.

Estados Unidos está en el punto de mira de la comunidad internacional por estas movilizaciones, si bien bajo criterios distintos al que veríamos en posicionamientos contra países empobrecidos o de gobiernos autoritarios, a pesar de que la represión viene de la misma fuente: el Estado responde con violencia a unas protestas de un descontento social generalizado y que es incapaz de gestionar sin cuestionar los fundamentos mismos del Estado y el sistema.

Las imágenes llegan por cientos y se repiten en todas las ciudades: gases lacrimógenos, gas pimienta, balas de goma e incluso se ha declarado toque de queda en más de 40 ciudades y ha desplegado la Guardia Nacional (la fuerza militar de reserva para situaciones de emergencia) en unos 15 estados. Una de las primeras respuestas de Trump ante las movilizaciones también es simbólica de la situación: «Cuando comienzan los saqueos, comienzan los disparos», declaró en un tuit el día 28 abril, en el que llama “matones” a las y los manifestantes. Si bien el presidente lo niega, no es casualidad que recurra a una frase que utilizó en los años 60 Walter Headley, jefe del Departamento de Policía de Miami, frente a las movilizaciones por los derechos civiles y en contra del segregacionismo. La ideología supremacista subyacente es la misma que entonces y nos muestra una política de gestos frente a un problema estructural como es el racismo. A su vez, el sábado 30, el presidente tuiteó: “Es ANTIFA y la izquierda radical. ¡No culpes a los demás!”, aludiendo a las protestas y en un intento por desviar la atención sobre el tema principal: el asesinato sistemático de personas negras por parte de la policía, hacia la discusión falsa de que las protestas perjudican al país entero.

Uno de los episodios emblemáticos ocurrió este lunes 2 de junio frente a la Casa Blanca, cuando se ordenó reprimir a manifestantes pacíficos con gases lacrimógenos y balas de goma para desalojar los alrededores e incluso hubo ataques a periodistas, un hecho condenado por el Comité de Protección a Periodistas, una organización con base en Nueva York. Todo ello para que Trump pudiera caminar desde la Casa Blanca a una iglesia a 300 metros y que había sido incendiada durante las protestas de la noche anterior. Desde la entrada de la iglesia, Trump armó un circo mediático y se sacó unas fotos levantando una Biblia. Esta escena nos evoca recientes episodios y gestos asociados con países donde la escalada autoritaria ha venido marcada por un fundamentalismo religioso, como Bolivia o Brasil. Una vinculación que por supuesto, no le molesta a Trump quien hace alarde de la represión, biblia en mano.

Si bien las protestas han surgido de manera espontánea a partir de la muerte de Floyd, es Black Lives Matter quien está aglutinando mediáticamente las voces tras las protestas. No parece que exista un coordinación nacional o estrategia común que sume a otros colectivos racializados como el latinoamericano (que sí participan de las protestas) para proponer cambios sociales transformadores, en un país históricamente segregado y jerárquico en base a la clase, raza, género y donde el individualismo es uno de los principales valores.

Pero la lucha antirracista y antifascista es una lucha global y común. La sociedad y las instituciones racistas no son exclusivas de Estados Unidos y aquí sabemos bien la violencia que ejercen sobre los cuerpos y vidas racializadas. Por eso nos sumamos a la concentración convocada por la Comunidad Negra, Africana y Afrodescendiente de España (CNAAE) para este próximo domingo 7 de junio a las 11 am frente a la embajada de Estados Unidos.

https://twitter.com/AbrirBrecha/status/1268828083064393728

Maureen Zelaya Paredes es militante de Anticapitalistas.

1 https://mappingpoliceviolence.org/

2 https://www.sentencingproject.org/

3 https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52915207

Escrito por:

Maureen Zelaya Paredes
Salvadoreña. Militante Anticapitalistas.
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