Más de 6.000 personas secundaron la movilización por una industrialización sostenible de la Bahía y por el sector naval y aeroespacial.

David de la Cruz | Cuentan con orgullo los que otrora se pusieron el mono de faena en el Astillero de San Fernando que en el verano de 1977 prevaleció la solidaridad entre los pueblos frente a la carga de trabajo. Eran otros tiempos. Una época que si bien no era boyante, tampoco obligaba a los trabajadores de la Bahía a mendigar el empleo. Y en ese contexto llegó el Buque Esmeralda para ser reparado. Un barco chileno en el que los esbirros de Augusto Pinochet torturaron a quienes consideraban resistencia. Las plantillas se negaron a meterle mano, recibieron al buque escuela entre silbidos y protestas. El navío de la armada tuvo que abandonar la Bazán. Venció la dignidad.

Otros tiempos. El sábado pasado, más de cuarenta años después de aquella historia, la Bahía de Cádiz volvió a demostrar que si bien los años de bipartidismo y reconversiones han terminado con la carga de trabajo sostenible, hay un elemento que sigue intacto: la dignidad. Más de 6.000 personas secundaron la movilización por una industrialización sostenible de la Bahía y por el sector naval y aeroespacial, que vive con la amenaza del cierre de una de las plantas de Airbus.

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La manifestación, convocada por la Confluencia Sindical Bahía de Cádiz, formada por los sindicatos SAT Cádiz, Ustea Cádiz, Autonomía Obrera, CTA, CNT El Puerto y CTM, utilizaba para el llamamiento un cartel belicista que evocaba la lucha contra el fascismo en la década de los 30. Lo encabezaba la dicotomía “lucha o exilio”. Y Cádiz se quedó con la lucha. Colectivos sociales, trabajadores del metal, plantillas de Airbus y Anticapitalistas, entre otras organizaciones, torcieron el brazo a unos sindicatos mayoritarios -que no respaldaron la movilización- e inundaron las calles desde San Juan de Dios hasta la Plaza Asdrúbal, respetando en todo momento las medidas de seguridad.

Entre los asistentes se encontraban Miguel Urbán, eurodiputado, Teresa Rodríguez, parlamentaria andaluza, y José María González, alcalde Cádiz. El primero manifestó su apoyo a los trabajadores de la Bahía, a la vez que exigió que defender un futuro digno de esta tierra “pasa por una reconversión sostenible” de la industria. Urbán insistió en que los fondos europeos deberían servir para garantizar carga de trabajo y un futuro y no “para llenar los bolsillos de banqueros y multinacionales”.

Por su parte, Teresa Rodríguez, incidió en que es “más necesario que nunca” salir a la calle a movilizarse en favor de los trabajadores del sector de la industria del metal: “No solo por ellos sino también por el futuro de nuestros hijos e hijas. No puede ser que Cádiz y Andalucía dependan solo del turismo y la hostelería, porque la pandemia nos ha enseñado que si solo dependemos de eso, somos muy vulnerables y débiles frente a las crisis”.

Asimismo, José María González hizo un llamamiento a la unidad de trabajadores para conseguir revertir la situación que se está viviendo en la provincia gaditana y el rumbo de la historia de la Bahía “que muchos pretenden que acabe en muerte y silencio”. “Hoy miles de personas estamos reivindicando los mismos problemas de hace 50 años y no es lógico que medio siglo después los problemas de los trabajadores no se hayan solucionado”, apostilló.

Un gritó resonó por la avenida principal. Un grito y un lema. Cádiz no quiere convertirse en la nueva Benidorm. Cádiz no se conforma con el trabajo precario, el cierre de fábricas, ni el exilio. Ante eso, sólo un camino: la lucha obrera.

Escrito por:

David de la Cruz
Militante de Anticapitalistas.
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