Maureen Zelaya Paredes | De nuevo es 12 de octubre. Se repite la narrativa tras las celebraciones del llamado día de la Hispanidad en España y en una parte del oficialismo latinoamericano, la cual solo obedece a la versión de quien se erigió como vencedor a golpe de fuego y biblia. Es una celebración que en buena parte de Centroamérica y muchos países de la región, se reconoce como el día de la raza, y aunque su contenido no cuestiona la narrativa del vencedor, es un poco más honesta al colocar la centralidad del origen de la raza y por tanto del racismo en la invasión y la colonización.

Es bien sabido que el racismo es consustancial al sistema capitalista y que hasta nuestros días opera en detrimento de pueblos originarios y afrodescendientes a quienes coloca en un lugar de subordinación a lo blanco y occidental. Un sistema que, actualmente, niega la condición de sujetos de derechos para convertirnos en “minorías” necesitadas de protección y expoliadas en favor de las “mayorías” dominantes, quienes son la medida de las cosas, la voz vencedora, la cultura hegemónica. Está claro que la implicación de esta fecha desde los pueblos del Abya Yala (que es el nombre ancestral registrado para aquellas tierras) solo simboliza el inicio del exterminio físico, cultural y epistemológico de culturas milenarias, el etnocidio de pueblos enteros y la imposición del actual sistema racista imperante.

Hay quienes defienden que la invasión y colonización española es una cuestión del pasado, sin tomar en cuenta que estas estructuras coloniales y por tanto racistas, son las mismas que perviven hasta hoy. Las mismas sobre las que se construyeron los actuales estado-nación, creados a la medida de intereses criollos, europeos. Negar la íntima relación entre colonialismo, raza y racismo permite que el racismo estructural se siga reproduciendo y quienes se aprovechan de él sigan justificando unos privilegios con profundas raíces de destrucción y muerte.

En los últimos días hemos escuchado a personajes como Isabel Díaz Ayuso y Toni Cantó jalear esta narrativa del vencedor desde una hispanidad exacerbada. Diríamos que es producto de una amnesia colonial descarada, una ignorancia blanca totalmente intencionada, pero no se trata sólo de eso. El fervor con que cada año se despliegan las celebraciones de este día y todo el jaleo colonialista es tan coherente (y necesario) para mantener esa construcción ideológica del Imperio español y alimentar los complejos imperiales necesarios para mantener cierto estatus quo alrededor del “Orgullo Nacional”, el símbolo de la monarquía o la grandeza de España, esto último más jaleado por la extrema derecha, pero no exclusiva de ésta. Las palabras de Ayuso o Cantó solo reflejan unos delirios supremacistas que no tienen ningún pudor en esconder, pues son útiles a su proyecto ideológico y a la disputa que mantienen con una extrema derecha tirada al monte.

Por supuesto, esas palabras (a las que se suman las de Aznar) generan un más que justificado rechazopor parte de quienes seguimos resistiendo a este sistema colonial en el Estado español y en los pueblos de Abya Yala. En el caso de quienes al otro lado del Atlántico se benefician de los privilegios heredados, habrá complicidad supremacista con esas voces amnésicas que señalan el indigenismo como una amenaza o la colonización como una cosa ajena y del pasado.

Los pueblos indígenas y originarios tienen más de 500 años de resistir a este sistema impuesto, más de medio milenio diciendo que este día no hay Nada que Celebrar salvo la resistencia indígena. Son testimonio de vida que demuestran que ni el colonialismo ni las ansias supremacistas de quienes hoy en día les siguen señalando, han vencido y desmontan así esa narrativa oficialista. Son quienes enfrentan directamente al capitalismo en su fase neoextractivista y defienden los territorios ancestrales, los mismos donde fueron confinados mientras la modernidad se construía sobre la base de la exclusión. Resisten defendiendo la tierra, los ecosistemas, los bienes comunes y exigiendo derechos, señalando a las élites y el capital transnacional que se benefician de su aniquilamiento como lo demuestra la lucha del pueblo mapuche contra las empresas extractivas forestales, los pueblos indígenas resistiendo a las mineras, al narco o al Estado mexicano y creando alternativas emancipadoras en el sur de México, los pueblos del Amazonas en resistencia contra Bolsonaro, los pueblos indígenas del Cauca contra los paramilitares de Iván Duque, el pueblo Lenca expulsando proyectos hidroeléctricos y señalando a la élite hondureña, heredera del privilegio criollo. El listado de quienes nos están marcando el camino de la consigna zapatista de otro mundo es posible es amplio.

Por tanto, reconocer el origen colonial del sistema racista sigue siendo tarea pendiente cada 12 de octubre. Que discursos como los de Aznar, Ayuso o Cantó tengan cabida en la sociedad española solo atestigua esa ignorancia deliberada sobre cómo funciona el privilegio y la opresión no sólo en España – con la población migrante y racializada – sino en la relación con Latinoamérica. El negacionismo sobre la colonización, el racismo estructural y sus efectos actuales está al servicio de quienes quieren legitimar las injusticias que vemos en la realidad migrante, en la construcción de las propias fronteras de la Europa Fortaleza y la comodidad de un Norte global cuya riqueza se ha construido con el patrocinio de la colonización y aniquilamientos.

El antirracismo no se despreocupa de la narrativa que legitima ni de la práctica que refleja el sistema de privilegios imperante. Por eso, desde el Estado español, luchar por una igualdad radical y la emancipación de quienes soportan los peores efectos de este sistema es también apoyar las reivindicaciones de los colectivos de trabajadoras del hogar y los cuidados, un 80% de las cuales son mujeres migrantes. Es exigir el cierre de los CIE y la derogación de la actual Ley de Extranjería, especialmente a un gobierno de izquierda. Es señalar la infamia de recibir con honores a criminales del pueblo como Duque, Piñera o Juan Orlando Hernández a su paso por España, pues al revés nunca sería admisible. La colonización no ha terminado, solo ha mutado, por eso hoy no hay Nada que Celebrar salvo la resistencia indígena.

Escrito por:

Maureen Zelaya Paredes
Salvadoreña. Militante Anticapitalistas.
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