Área LGTBI de Anticapitalistas | El 12 de diciembre la ley trans llega al pleno del Congreso. Su camino no ha estado libre de obstáculos, y su llegada al pleno es un ejemplo: la disputa sobre el texto sigue abierta con 17 enmiendas del PSOE que hacen tambalear su aprobación. Entre estas enmiendas al texto aprobado por el ejecutivo en julio, destacan la voluntad de sumar la exigencia de una autorización judicial para el reconocimiento trans de menores entre 12 y 16 años, y la judicialización de la cuestión de la reversibilidad del cambio registral. El conjunto de estas enmiendas ha dado pie a un bloqueo parlamentario en la Comisión de Igualdad y ha abierto la puerta a la posibilidad de que decaiga la ley. Esta situación, lejos de darse en un contexto vacío, se suma al aumento de violencias sobre los cuerpos disidentes y avala los cuestionamientos sobre las realidades trans. Así, la ley se ha convertido en una batalla política cada vez más cruda para todes les disidencies de cuerpo, género y sexo, que nos situamos en primera línea de defensa para el reconocimiento y ampliación de derechos.

 

Tránsitos legislativos y realidades trans

El 15 de marzo de 2007 se aprobó la ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas. Esta ley que por su nombre podríamos reducir a un simple trámite burocrático de modificación registral, ha marcado en qué términos se comprende social y médicamente la realidad trans. El texto legislativo normalizaba un proceso de tutela médica, de psiquiatrización de la identidad y de hormonación obligatoria para las personas trans, estableciendo una única manera posible de ser trans. Así, el diagnóstico de disforia de género, el tratamiento hormonal durante al menos dos años y/o la cirugía de reasignación sexual eran los mecanismos a través de los cuáles una persona trans podía ser reconocida como tal por el Estado. Una lectura funcional para la reproducción del orden social y de género establecido. Esta ley se quedó corta en su abordaje de las realidades trans y la aprobación de leyes autonómicas que iban más allá, ha hecho crecer las brechas del texto jurídico y las desigualdades territoriales trans. 

La nueva ley y su proceso de elaboración es fruto de la lucha del movimiento trans. Es la respuesta a la necesidad fundamental de dejar atrás un modelo regulador de la realidad trans incapaz de dar cabida a la vivencia trans en toda su diversidad, como sujetas de derechos y con voz propia.

El aterrizaje de la propuesta legislativa ha estado mediado por un recrudecimiento de las dinámicas de desposesión del capitalismo cisheteropatriarcal, de intensificación de las crisis socio-reproductivas y de control sobre los cuerpos ante los imperativos de producción del capital. En resumen, la ley trans se ha redactado en un momento de mayor precarización de las condiciones de vida, dónde ante la incerteza y la inestabilidad crecen y refuerzan posiciones reaccionarias, conservadoras y regresivas. Expresiones de estas posiciones son las comprensiones de lo trans como una amenaza a las mujeres –y a la familia, a les niñes y al conjunto de la sociedad–, la creencia de que lo trans y lo queer implican un borrado de derechos e identidades. Estos ejemplos caen en lecturas esencialistas, biologicistas y criminalizadoras de la realidad trans que niegan la voz, derechos y violencias específicas que atraviesan al colectivo.

 

Ley trans para sobrevivir

Los avances de fondo que implica la propuesta de ley trans suponen un cuestionamiento a las bases cisheteronormativas y patriarcales del capital que ordenan nuestra sociedad. Sin idealizar el texto, la ley plantea una ruptura con la exigencia implícita de una correspondencia entre las categorías de sexo, género y orientación sexual –que blindan la división sexual del trabajo–, y recoge el carácter social, histórico y situado del género y, por ende, de la lectura que se estipula sobre nuestros cuerpos. Pero, ¿en qué nos basamos para afirmar esto?

La propuesta de ley recoge demandas históricas del colectivo trans e imprescindibles: avanza en la despatologización de disidencias, en el reconocimiento de las personas trans como sujetas de derechos y recoge el derecho a la autodeterminación de género. Así, la ley deja atrás la trama medicalizadora y psiquiatrizante de las vidas trans, dando valor a su voz y sus vivencias, y reparando el reestigmatizante hasta el momento vigente. Reconoce que hay más de una manera de habitar la identidad trans, que no es una cuestión de cuerpos equivocados o mandatos de género mal situados, y rompe con las lecturas binarias, biologicistas e inmutables del género. Por último, la propuesta de ley recoge el derecho sobre el propio cuerpo: reconoce a las personas trans como sujetas de derechos y con la autonomía para poder decidir sobre nuestros cuerpos. 

Cada uno de estos avances son un paso más para la defensa de unas vidas en condiciones dignas para las personas trans: es un reconocimiento clave de los derechos formales a los que transformar en las calles, peleando, en derechos reales para todes.

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La ley trans no es un avance solo para las personas trans, la lucha por la despatologización de las disidencias sexuales es una lucha que atraviesa a todas las personas LGTBIQA+. Todas las disidencias de cuerpo, sexo y género han sido patologizadas, estigmatizadas y criminalizadas. La homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad mental en los manuales de psiquiatría antes que lo fuera la transexualidad, el VIH se usó para estigmatizar al conjunto del colectivo homosexual durante décadas, la “ley de vagos y maleantes” criminalizó nuestras identidades, deseos y placeres no fue derrogada hasta 1995, y aún hoy se sigue mutilando a las personas intersexuales. La psiquiatría, la medicina y el Estado han tratado de controlar nuestros cuerpos e imponernos sus normas de género, como si de algo natural y biológico se tratase. De la misma forma que han controlado el cuerpo de las mujeres, la lucha por el aborto, por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, por vivir y disfrutar libremente de nuestra sexualidad y nuestras vidas, es la misma lucha que la de las personas trans. Supone un avance frente al patriarcado para todes.

 

Revolución para cambiarlo todo

A pesar de sus avances clave en cuestiones de reconocimiento de la identidad trans, es importante ser conscientes de los límites que contiene la propuesta de ley. La transversalidad de la cuestión trans hace necesario que el texto no quede reducido a políticas de identidad, sinó que vaya de la mano de políticas estructurales que eliminen las barreras que día tras día las personas trans se encuentran. Es decir, que debe abordar cuestiones vinculadas a las prácticas de atención primaria de salud, a tener recursos para los servicios de tránsito territoriales, a revisiones de currículums escolares, a normalizar la diversidad de cuerpos y géneros en las aulas, a una protección y blindaje de derechos laborales…. 

La mirada holística de la ley se ha visto condicionada al devenir una ley fusionada: la convergencia de la ley trans con la ley LGTBI ha hecho que el texto centre la mirada más en cuestiones de reconocimiento de la identidad que en la formulación de cambios estructurales sobre las condiciones materiales de existencia. Así, hablamos de una ley que avanza y que es necesaria pero no suficiente, y menos cuando hablamos de mejorar las vidas de un colectivo con una tasa de desempleo del 80%.

Siendo consciente de los límites que implica centrar la mirada sólo en cuestiones de reconocimiento, también es importante visibilizar las ausencias existentes en este marco dentro de la propuesta de ley. Entre ellas destacan por su gravedad, el no reconocimiento de las personas no binaries, el no abordaje real de los derechos de las menores de 14 años, y el no reconocimiento de igualdad de derechos para las personas trans migrantes bajo la violencia de la ley de extranjería. Estas tres asuencias profundizan la mirada en cuestiones estructurales de la realidad trans, generando más interrogantes alrededor del model social cisgénero y el binarismo estructurante de género, sobre los impactos de las políticas fronterizas sobre los cuerpos disidentes, o sobre la judicialización de los derechos de los menores trans como supuesta medida de protección. Todas ellas cuestiones a pelear con uñas y dientes en las calles. 

La ley trans es una batalla de muchas, una batalla que pensamos dar hasta que sea ley e iremos más allá. Porque los avances en materia de derechos para les persones trans, son avances para todes y no pensamos renunciar a ellos. Juntes y organizades haremos que la ley trans sea ley, y lo será para todes.

Escrito por:

Área LGTBI de Anticapitalistas
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