Manel Barriere Figueroa | Prohibido tocarse, prohibido besarse, prohibido salir a la calle, prohibido reunirse, prohibido tocarse, prohibido tocarse. Prohibido tocarse y nos saludamos con la mano desde la ventana, encerrados en casa hablamos por teléfono, nos vemos a través del teléfono, nos reunimos a través del teléfono, tan inteligentes. El cuerpo y la mirada aislados el uno de la otra gracias a la tecnología, al progreso, a la economía y quienes la cabalgan. Nos han llevado hasta aquí. La tecnología salva a los hundidos como occidente salvó oriente con sus exportaciones: ferrocarriles, modales, fronteras, canales, banderas, fusiles, fusiles, fusiles.

Estamos hundidos en la ciénaga del progreso. La globalización sirvió para normalizar la evasión fiscal, comerciar con armas, des-localizar empresas, privatizar. Mientras las paredes se iban acercando, estrechando las habitaciones de nuestra vida, de nuestros hospitales, de nuestras escuelas y universidades, de nuestros puestos de trabajo. La pared del fondo nos empujaba hasta echarnos por la puerta.

Y la guerra estalló. Cayeron las torres gemelas y nos mandaron a la guerra. Una guerra perpetua contra todos los cuerpos. O somos máquina o somos deshechos, más allá de una frontera real coronada de alambre de espino. La frontera virtual nos atraviesa, nos aísla, nos cura del contacto con la carne i el aliento. Las caricias ya se estaban prohibiendo antes del covid19.

Nos hemos puesto enfermos y ha vuelto la guerra. Estamos en guerra, hablamos de combates y de héroes, apelamos a la unidad, al esfuerzo colectivo. El lenguaje expresa la realidad, pero en el proceso, la transforma. Guerra y cierre de fronteras en boca de quienes crearon las condiciones para que los daños sociales fueran mayores.

Hablemos de daños, de cuerpos dañados más allá de la máquina, fuera de la máquina. Hablemos de cuidados, de ternura, de solidaridad. La cultura de la guerra nos trajo más guerra, más terrorismo, más muerte. Porque la guerra no cabe en la cultura, destruye la cultura desde una pantalla.

Hablemos de los cuidadores y cuidadoras, de apoyo mutuo, de una nueva sociedad donde los recursos, tan humanos, contados más en cuerpos que en ceros y unos, sirvan para el buen vivir de la mayoría. Sin guerras, porque no se vence la enfermedad, se cuida a los seres humanos enfermos. Con cultura, para seguir tocándonos cuando todo pase, y besándonos, y saliendo a la calle, y reuniéndonos, y seguir tocándonos, y tocándonos cuando todo vuelva a empezar.

Escrito por:

Manel Barriere Figueroa
Técnico audiovisual, militante sindical y escritor. Autor de las novelas No sabréis nunca (Piedra Papel Libros), La paja (Tandaia) y del poemario El Rostro oculto (Amargord).
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