David G. Marcos | Evitemos debates furibundos, paternalistas y condescendientes. En la izquierda tenemos un par de vicios simétricos. Por un lado, encontramos a quienes venden la necesidad como virtud. Ese supuesto virtuosismo de la pirueta permanente como bálsamo frente al inmovilismo izquierdista: moverse en todo momento para inquietar al enemigo sin atender al despiste de tus principales aliados. Desprecian demasiado a menudo a quienes levantan el músculo del conflicto. Conflicto que no olvidemos mantiene vivas las posibilidades de cambio, aún cuando no pasan por la audacia de salón. Por otro lado, los hay que sólo miran, critican y alaban exclusivamente determinados acontecimientos puros que le suponen cierto placer estético. Viven la política como una serie de Netflix, son sólo comentaristas de la lucha de clases. Debemos huir de estos dos errores para entender la complejidad del momento actual.

La iniciativa de ayer, Hablemos/Parlem, consiguió conectar con una capa no despreciable de la población. En los sectores entre los que generó simpatía se encuentran algunos de los que han orbitado en torno al bloque del cambio, en un sentido amplio. Sin embargo, son sectores que se han visto arrastrados por la inercia anticatalanista fomentada por el régimen y los grandes medios. Esta conexión, aunque pueda quedarse en algo puntual y anecdótico al cabo de solo unos días (el péndulo de afiliaciones y fobias es acelerado), ofrece ciertas posibilidades de oxigenar un proceso de creciente reacción españolista, de corte excluyente y agresivo, que se viene palpando en muchos territorios del Estado. Dicho esto, nuestra obligación desde el pensamiento estratégico es intentar mirar un par de metros más allá sin perder el paso. Para ello propongo dos preguntas:

Diálogo, ¿entre quiénes? Debemos rechazar de plano la equiparación de culpabilidades en este conflicto. El aplastamiento represivo por parte del Estado no es comparable con una movilización pacífica histórica, un referéndum, pero tampoco si quiera con una declaración de independencia con un pueblo auto-organizado frente a la ofensiva del régimen y el chantaje de la oligarquía económica, siempre apátrida. Por otro lado, cualquier tipo de diálogo debe contar con dos premisas previas: 1) El reconocimiento de soberanías respectivas y 2) La retirada de las fuerzas de ocupación del territorio catalán. Asimismo, el diálogo no tiene sentido si se da entre gobernantes que representan sólo una visión hiperdistorsionada de sus representados y representadas. El cierre por arriba de este reto traería consecuencias letales a medio y largo plazo. Hay que desterrar la visión infantilizadora y cuñada del «en qué lío nos han metido, que lo solucionen pronto». Una posible ficción de solución solo enterraría las diferencias bajo la alfombra por un corto periodo de tiempo, precipitando que éstas volvieran a estallar con más virulencia, mientras el régimen aceleraría un proceso de recentralización y autoritarismo bajo el mantra de la vacuna y el antídoto a la enfermedad secesionista. La izquierda debería combatir esta inercia de conversaciones de salón que acechan peligrosamente al más puro estilo carrillista reloaded.

Diálogo, ¿cómo y para qué? Necesitamos un diálogo entre los pueblos, a puertas abiertas. Ese diálogo fraternal se llama procesos constituyentes, y debe atender a la debilidad del régimen para superar la distorsión del dentro-fuera entre oprimidos, con el internacionalismo emancipador como estandarte. Toca mostrar la solidaridad con el pueblo catalán, el reconocimiento no sólo de su derecho a decidir sino de su legítima opción por la República Catalana, como vía para la ruptura con el franquismo en el resto de territorios. Contagiar y reclamar el derecho a decidir para nosotras en lugar de reconocerlo como exterioridad. ¿Quiere derogar las reformas laborales? Sí/No. ¿Quiere obligar a la banca a devolver el dinero público del rescate (estafa)? Sí/No ¿Quiere prohibir los despidos en empresas con beneficios? Sí/No. ¿Quiere derogar la Ley Mordaza? Sí/No. ¿Quiere que el Estado controle los sectores estratégicos de la economía para blindar derechos básicos de la población? Sí/No.

Así, con todo. Y que se harten de perseguir papeletas…


David G. Marcos es responsable de Discurso del Ayuntamiento de Cádiz y militante de Anticapitalistas.

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