“Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad
más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no
equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos
pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.”
(Manifiesto Liminar, 1918)
Yolanda Estrada y Jorge Mario Rodríguez | La más reciente afrenta del Estado oligárquico y criminal guatemalteco ha sido someter a la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), única universidad estatal, a su destrucción. Esta se ha fraguado a través de un proceso electoral repleto de burdas ilegalidades. El fraude ha tenido varias fases, las cuales tratan de capitalizar las ventajas que ofrece la coyuntura. En primer lugar, se acudió a una campaña millonaria a favor del candidato oficial Walter Mazariegos, apoyada financieramente por el Estado, fondos de la Universidad desviados para el efecto y otros de dudosa procedencia. Al no haber alcanzado el éxito esperado, ante todo por el surgimiento de la arrolladora candidatura para rector del actual Procurador de Derechos Humanos —quien se ha opuesto a la dictadura de Giammattei, presidente de Guatemala—, se idearon una serie de argucias jurídicas, para evitar la participación electoral de los grupos opositores.
En este fraudulento escenario, el 27 de abril se intentó realizar la elección a rector, luego que el Consejo Superior Universitario (CSU) rechazara los recursos legales interpuestos, supuestamente por errores e irregularidades en el proceso electoral. Estudiantes y otras organizaciones indignadas impidieron tal hecho. Posteriormente, valiéndose de la cooptación de las instituciones de justicia, el CSU convocó un segundo intento para consumar dicho fraude, el 14 de mayo del presente año, fecha en la cual las ilegalidades y acciones represivas llegaron a niveles perversos inimaginables: Se impidió el ingreso de todos los electores no afines al candidato oficial al recinto en el que se iba a realizar el proceso; las fuerzas policiales y grupos armados ilegales participaron en dicho amedrentamiento. El salvajismo llegó hasta el punto de arrojar gases lacrimógenos y golpear a estudiantes, profesores y trabajadores de la Universidad, algunos de los cuales tuvieron que ser atendidos en el lugar y un docente de la Facultad de Medicina fue ilegalmente capturado.
Sin embargo, la resistencia universitaria ante el fraude tan descarado se ha incrementado con el paso de los días. A diferentes niveles, estudiantes, profesores y trabajadores de las diversas unidades académicas y centros universitarios de las regiones del país se han declarado en asamblea permanente y han articulado sus esfuerzos con organizaciones de la sociedad civil y pueblo en general para desconocer maniobras cuyo nivel de cinismo sobrepasa la credulidad universitaria. Represión, persecución y criminalización de quienes son parte de la resistencia, no se han hecho esperar; varios docentes y estudiantes han sido amenazados, intimidados y algunos de sus liderazgos enfrentan cargos en el Ministerio Público, institución de justicia hoy también capturada por parte de la mafia gubernamental, en contubernio con los sectores más retrógrados del sector privado. En última instancia, los sectores gobernantes fascistas cuentan con el apoyo de la ultraderecha de los Estados Unidos.
Es necesario que la solidaridad internacional apoye a las fuerzas universitarias y su digna resistencia pacífica por la defensa de la autonomía y en contra del fraude electoral y la corrupción en la USAC. Permitir la consumación de estas acciones espurias entrañaría perder la única universidad nacional pública que posee Guatemala y que es crucial para encontrar un futuro en tiempos tan críticos. Los sectores conservadores y oligárquicos guatemaltecos siempre han visto como “enemiga interna” a la USAC porque esta ha sido reservorio de liderazgos conscientes y comprometidos con las demandas populares que han denunciado sus actos criminales. Tal agravio se lo han cobrado con la sangre de cientos de mártires de nuestra comunidad sancarlista. En un mundo en el que se globaliza la precariedad, la situación actual de la USAC puede ser un aviso de lo que puede pasar en el mundo.