Daniel Albarracín | Que si los eurobonos son mejores que el MEDE, que si Italia no quiere oír hablar de este último porque su mero nombre ya estigmatiza a quien lo cita, que si Países Bajos no se bajan de ese carro o que si Alemania acepta recurrir al MEDE pero sin que se apliquen sus condiciones habituales. Llevamos semanas oyendo hablar de esas cuatro siglas, pero ¿qué es el MEDE?
¿Qué es el MEDE?
MEDE es el Mecanismo Europeo de Estabilidad (o ESM por sus siglas en inglés). Es una institución financiera internacional creada en 2012 por los propios Estados Miembro de la zona euro en plena crisis fiscal y de la deuda. Vino a sustituir y perfeccionar el anterior mecanismo de Facilidad de Estabilidad Financiera Europea (FEFE) creado en mayo de 2010 para canalizar los préstamos a países de la UE en crisis tras el crack de 2008.
Con sede en Luxemburgo, el MEDE es una institución intergubernamental, bajo derecho internacional público, cuyas decisiones se toman en base a las aportaciones: quién más dinero aporta, más peso tiene en su funcionamiento. El objetivo del MEDE es proporcionar apoyo a la estabilidad a través de una serie de instrumentos de asistencia financiera a los Estados Miembros que estén experimentando o se encuentren amenazados por graves problemas de financiación. Para ello, el MEDE recauda fondos entre sus miembros, emite bonos en el mercado de capitales y realiza transacciones en el mercado monetario.
¿Qué implicaciones políticas tiene?
En la práctica, el MEDE es un fuerte instrumento financiero con una elevada capacidad de préstamo que, además de intereses, tiene como contrapartida la aceptación, por parte de los países que reciben esa línea de crédito, de una serie de condiciones. Estas condiciones, recogidas en un Memorándum de Entendimiento (MoU, en inglés, popularmente conocidos como “rescates”), consisten en reformas fundamentales en su aparato productivo y normativa económica. Todas de ellas de inspiración neoliberal y semejantes a los Planes de Ajuste Estructural que organismos financieros internacionales como el FMI o el Banco Mundial impusieron durante década a los países del Sur Global a cambio de “refinanciar” sus deudas públicas.
Coloquial pero crudamente podríamos definir al MEDE como el brazo financiero de las políticas de ajuste estructural que desde la UE ha impulsado la Troika (Comisión Europea + Banco Central Europeo + FMI) durante la última década, especialmente en los Estados Miembro de la periferia europea, y que han sufrido en primera línea las clases populares. Con su potente capacidad de préstamo, el MEDE es un instrumento necesario de condicionamiento de la soberanía económica y de la orientación de la política económica de estos países (privatizaciones, liberalizaciones, fiscalidad regresiva), cuyos resultados conocemos en la práctica como “recortes” y “austeridad social y salarial”.
Durante sus primeros años de vida, los préstamos del MEDE se destinaron principalmente a que los Estados Miembro más golpeados por la crisis financiera “rescatasen” a parte de su sistema bancario privado, asumiendo sus deudas y por lo tanto socializando sus pérdidas, que pasaron a engrosar la deuda pública, que creció hasta convertirse en un problema macroeconómico que justificó nuevos préstamos y nuevas reformas/recortes.
El MEDE en tiempos del Coronavirus (si no lo evitamos)
En los últimos años, tras salir del primer plano mediático, el MEDE ha estado envuelto en un debate más amplio sobre las grandes reformas pendientes de la Unión Económica y Monetaria. Esto es, de la UE realmente existente que surgió tras el Tratado de Maastricht.
Informes del Parlamento Europeo, propuestas de la Comisión y decenas de reuniones del Eurogrupo después, su reforma sigue estancada. Pero más allá de las diferentes posturas entre países, de los sueños federalizantes de la eurocracia neoliberal y de los proyectos estratégicos del ordoliberalismo más salvaje, ninguna de las propuestas sobre la mesa pretende avanzar en un sistema de garantía de depósitos que proteja a los pequeños ahorradores, ni en mecanismos de amortiguación automáticos, ni en estabilizadores anticíclicos ni en transferencias redistributivas entre Estados y regiones cada vez más desiguales.
La falta de consenso truncó que el MEDE se convirtiese en un Fondo Monetario Europeo, un instrumento que federalizase la orientación neoliberal a escala de la UE. Aún así, bajo su actual formato intergubernamental no deja de ser una herramienta de chantaje para la soberanía económica de los pueblos y un látigo financiero para quien deba rendirse a la solicitud de sus préstamos.
La UE realmente existente, no la que encontramos en los mitos de los “padres fundadores” ni en las habituales bonitas palabras de la burbuja bruselense, no nació ni para la democracia ni para atender las necesidades de sus pueblos, sino del capital. Y así se empeña en demostrarlo y recordárnoslo cada día. Como por ejemplo en plena pandemia del Coronavirus, donde los intereses de las élites, el negocio de los bancos privados que gestionarán esos “rescates” y la profundización de la agenda de reformas neoliberales pendientes pesan más que la salud de la población o el futuro de quienes sufriremos en primera línea la crisis económica y social que vendrá.
Las y los de abajo tenemos que comenzar a levantar otra Europa, con otros Tratados y otras alianzas y mecanismos solidarios. Y para ello también necesitamos construir una solidaridad financiera que levante un mecanismo de inversión socio-ecológico y público a gran escala, redistributivo, favorable a la convergencia real, compensatorio de las desigualdades y socialmente cohesionador, contra-cíclico, creador de empleo y transformador del sistema productivo. Un mecanismo de intervención del sistema bancario para retomar sus activos viables, que proteja el empleo y reconfigure una banca pública con una política financiera prudente al servicio de las necesidades sociales. Otras herramientas para darle la vuelta a Europa.
Daniel Albarracín es militante de Anticapitalistas.
(Este post es una adaptación sintetizada y actualizada, con permiso de su autor, de un artículo original del economista Daniel Albarracín que puede encontrarse en su blog https://daniloalba.blogspot.com/2019/03/el-fondo-monetario-europeo-latigo.html)