Oscar Blanco | Desde el pasado mes de junio en Lisboa se está cocinando a fuego lento el «Movimento Referendo pela Habitaçao«, inspirado en el referéndum berlinés que consiguió que un millón de personas votaran a favor de la expropiación de la vivienda en manos de grandes propietarios. Como en el caso alemán, el referéndum local que se está impulsando en Lisboa es una iniciativa unitaria que reune a diferentes actores políticos, sociales y académicos preocupados por la grave crisis habitacional que sufre la clase trabajadora de la capital portuguesa.
En septiembre esta iniciativa se presentó en sociedad y desde entonces ha estado abierta a la participación de cualquier persona interesada. Sin embargo, las preguntas concretas del referéndum no se han conocido hasta el pasado 17 de diciembre. El objetivo de las dos preguntas definitivas es que la gente de Lisboa pueda decidir acabar con el uso turístico de los edificios destinados a ser viviendas, tanto en el caso de pisos turísticos que ya están funcionando como para las futuras licencias.
Una vez se han definido las cuestiones que se quieren llevar a votación ha comenzado la siguiente fase: recoger un mínimo de 5.000 firmas para que se convoque la consulta. En este sentido, el reto para el movimiento de vivienda de Lisboa es más complejo que el proceso que se dio en Berlin. En la capital alemana los referéndums locales son relativamente habituales y, en cambio, en la capital de Portugal jamás se ha hecho ninguno, pese a que están recogidos en el ordenamiento legal. En general, es una herramienta poco utilizada en el país luso. Así que, además de dar a conocer las preguntas concretas, las activistas tendrán que hacer pedagogía sobre este mecanismo de participación.
En el caso de Berlin, la recogida de las firmas necesarias para impulsar la consulta y la posterior campaña para conseguir una mayoría favorable a la expropiación sirvieron para diferentes objetivos más allá del resultado de la votación. Por ejemplo, sirvieron para desarrollar el músculo de los colectivos que luchan por el derecho a la vivienda, llegar hasta barrios populares dónde existía poca organización, dar centralidad a los problemas de vivienda de la clase trabajadora en el debate público o cuestionar que bienes básicos sean propiedad privada y se puedan acaparar. Pese a estos potenciales, la experiencia berlinesa debería servir también de advertencia para el movimiento de vivienda de Lisboa sobre los límites y dificultades de este tipo de mecanismos institucionales. La «victoria electoral» en la consulta fue sólo el inicio de un largo proceso de disputa política para conseguir que se lleve a la práctica lo aprobado. Los poderes fácticos no van aceptar civilizadamente ninguna medida contra sus privilegios.
‘Alojamento Local’ y crisis de la vivienda en Lisboa
En Poder Popular hemos publicado en multitud de ocasiones temas relacionados con la burbuja de los alquileres que empezó en 2014 en el Estado español y, en general, con los problemas de vivienda estructurales que existen especialmente en las grandes ciudades y la costa. Es una cuestión de sobras conocida. No obstante, no hay que olvidar que la vivienda, más allá de las particularidades de cada contexto, es un dolor de cabeza para las clases populares de prácticamente todo el mundo. Especialmente desde que se convirtió en uno de los activos financieros más «golosos» para el Capital.
Lisboa no es ninguna excepción ni tiene «nada que envidiar» a Barcelona, Madrid o otras ciudades europeas. Entre 2014 y 2020 el precio de la vivienda creció un 118%. Esta evolución de los precios combinada con salarios bajos hicieron que en 2019 Lisboa se convirtiera en la ciudad de Europa con un mayor esfuerzo para pagar la vivienda. Las habitantes de la capital portuguesa tenían que destinar de media el 50,4% de sus ingresos a pagar el alquiler. En 2022 la situación no ha mejorado. El pasado mes de agosto sólo un 8% de las viviendas que se ofrecían para alquilar costaban menos de 1000€ al mes. Para entender la gravedad de ese dato hay que tener en cuenta que el salario mínimo actual en Portugal es de 705€ y que una cuarta parte de la población cobra ese sueldo.
Como en el Estado español, los neoliberales hablan de escasez de vivienda para explicar la situación, pero Lisboa atesora otro récord que desmonta con facilidad el tópico: es la ciudad con más casas por habitante de Europa. En cambio, uno de los elementos que sin duda contribuye a que los pisos sean cada vez más caros es la proliferación de viviendas turísticas, conocidas en Portugal como Alojamento Local.
Entre 2014 y 2018 hubo un crecimiento del 100% de las licencias de Alojamento Local, especialmente en los barrios del centro histórico de Lisboa. Según el periódico «A Mesagem» entre 2011 y 2021 algunos barrios han perdido hasta el 25% de su población. En total, se contabilizan 20.000 viviendas desviadas de usos residenciales para exprimir al máximo su rentabilidad como activo turístico. En una década Lisboa ha perdido 8.000 habitantes expulsados por los alquileres abusivos.
El «Movimento Referendo pela Habitaçao» se propone revertir todas las licencias que se encuentran en edificios destinados a vivienda y que en el futuro únicamente se puedan otorgar licencias de Alojamento Local en edificios clasificados para usos comerciales. Es decir, recuperar el uso residencial de esos inmuebles ¿Será posible dar un primer paso para garantizar el derecho a la vivienda?