Sandra Heredia Fernández | Este 8 de abril de 2020 Día internacional del Pueblo Gitano, quedará marcado por la situación de emergencia sanitaria y social que estamos viviendo por el Covid-19, con más de 3 semanas de confinamiento, con un gran número de personas enfermas que ya casi en algunos momentos se pierde, o se desconoce el número, o en el peor de los casos, con muchas pérdidas que lamentamos profundamente.

Pero esta situación de emergencia, ha vuelto a dejar de manifiesto una vez más, que ni si quiera una crisis global afecta en igualdad de condiciones a todas. Desde el inicio del periodo de confinamiento hemos podido ver, y desde demasiado cerca, como miles de personas que ya se encontraban en una situación de desigualdad económica y social antes de este periodo, quedaban totalmente abandonadas a su suerte por un sistema de bienestar social débil, con unos servicios públicos con demasiadas carencias y sin tener una respuesta inmediata para proteger sus Derechos. Como siempre, esos casos, provienen desde donde en muchas ocasiones, quizás demasiadas, conocemos que la desigualdad azota sin pudor, hacia los y las que siempre ha castigado.

Pero también desde el estallido de esta crisis hemos podido comprobar, como el racismo es más fuerte que una pandemia global y como resuena con intensidad y replica en diferentes partes del Estado. Por eso, en estos días en lo que todo parece que va muy lento, aunque algunas cosas si que van rápidas, hacen que podamos tener en un día tan señalado para el Pueblo Gitano, un pequeño momento de reflexión y poner sobre la mesa el debate tan necesario sobre el antirracismo político, concretamente sobre la situación actual de antigitanismo, el cual en muchas ocasiones se encuentra obviado en la lucha contra el racismo. Abordaremos brevemente a que retos nos enfrentamos, la necesidad de alianzas y hasta que punto los movimientos sociales están adquiriendo un compromiso con la lucha contra el antigitanismo.

 Aunque es demasiado desconocido para la sociedad en general, partimos de la base (quizás equivocada) que la mayoría de las lectoras y lectores de este articulo, conocen la historia de represión y racismo institucional que ha marcado la historia y el presente del Pueblo gitano. La conmemoración del 8 de abril, responde a la lucha histórica por el reconocimiento y la reparación de la memoria democrática gitana por parte del movimiento asociativo gitano, del que queda mucho camino por hacer, pero que sigue en pie de lucha por el reconocimiento de nuestros Derechos.

El día 8 de abril es el Día internacional del Pueblo Gitano, quien no conozca esta fecha es la que en 1971 se celebró el I Congreso Internacional Romaní donde se aprobó los símbolos mas internacionalistas que tiene nuestro pueblo; la bandera con la franja superior azul del cielo y la inferior del verde de nuestros campos, con la rueda roja de resistencia y libertad en el centro. También se aprobó el himno Gitano Gelem, gelem (Anduve, anduve), compuesto por Jarko Jovanovic y recuerda a los gitanos y gitanas víctimas del nazismo.

Pero después de 49 años de la celebración de este Congreso, el antgitanismo sigue aún castigando a la población gitana en sus diferentes expresiones: desde el racismo más sutil, apenas percibido por la sociedad mayoritaria, hasta el racismo institucional, vulnerando los Derechos Humanos de un sector de la población que padece fuertes desigualdades sociales.

A pesar de este hito histórico que ha marcado el camino de los movimientos sociales gitanos, en la construcción de un movimiento fuerte, que pusiera en la agenda política la situación de discriminación a la que se encuentra sometida la población Gitana, por desgracia esta realidad no ha variado mucho; las formas de expresión del antigitanismo han cambiado y aumentado en muchos casos, pero el rechazo y el odio sigue siendo el mismo.

Para abordar brevemente en este espacio el antigitanismo, es necesario en primer lugar no entenderlo como “un problema de las minorías”, sino conocer que es un fenómeno de las sociedades, originado por la percepción social que tienen las mayorías y su consideración hacia el Pueblo Gitano. Esta percepción no es casual, sino que existen diferentes estudios que demuestran esta percepción social negativa hacia este sector de la población. Centrándonos solo en el Estado español, encontramos en el Barómetro del CIS de 2005 donde se introdujeron dos cuestiones para medir la percepción social de la comunidad gitana en las cuales se preguntan si entre diferentes grupos de personas cuales no les gustarían tener como vecinos, y por otro lado se les preguntan a familias con hijos si les gustaría tener en el mismo colegio niñas/as gitanos. Este análisis se hace con el objetivo principal de conocer en qué medida las personas españolas aceptan o rechazan al Pueblo Gitano, midiendo su nivel de tolerancia hacia ellos y conocer el perfil social del antigitanismo en el Estado español. La hipótesis que guía este análisis es que puede darse una correlación negativa entre tolerancia y antigitanismo, es decir, cuando aumenta la primera, disminuye la segunda. O dicho de otra forma, las personas más intolerantes en general, serán más propensas a desarrollar actitudes antigitanistas.

Otro aspecto a tener en cuenta y muy importante al mismo tiempo, el antigitanismo, no es fruto de la situación de vulnerabilidad social en la que viven un alto porcentaje de la población Gitana, siendo mucho más elevado si prestamos especial atención a las mujeres o el resultado de su “diferencia” entendida como la subalternidad a la que se han visto relegadas las personas gitanas. Es decir, entender la integración como herramienta para combatir el antigitanismo es un estrepitoso error ya que en esta está el origen del mismo, olvidando las voces gitanas por completo. Por lo tanto para abordar el tratamiento discriminatorio que se da hacia personas Gitanas en cuestiones de infravivienda, educación deficiente, dificultades de acceso al mercado laboral entre otras, el racismo hacia el Pueblo Gitano, es necesario abordarlo como parte integrante de las políticas temáticas dirigidas hacia este sector poblacional. Lo que diferencia al antigitanismo de otras formas de racismo es el alto nivel de aceptación que existe en la sociedad mayoritaria, hay una indulgencia general hacia las actitudes y prácticas antigitanas: desde el uso del lenguaje hasta la representación estereotipada de las mujeres gitanas en los mass media son tan cotidianas que son imperceptibles por la ciudadanía incluso legitimando los fuertes estereotipos que residen hacia la población Gitana. El estigma moral hacia otras formas de racismo está en gran parte ausente para el Antigitanismo, es la norma y no la excepción en el discurso público.

El Antigitanismo no sólo está muy difundido, sino también profundamente arraigado en actitudes y prácticas institucionales. El Estado de emergencia en el que nos encontramos en este momento, ha dado claros ejemplos de ello, que lamentablemente no son algo excepcional. Hemos visto como representantes institucionales volvían a poner en el punto de mira a la población Gitana, como ocurre siempre relacionando con noticias o hechos negativos con la pertenencia étnica. Perpetuando los mismos estereotipos, de delincuencia, falta de civismo e incluso culpando de la propia propagación del virus, representantes institucionales que con sus declaraciones fomentan los prejuicios, el odio y el racismo, ocupando espacios en los grandes medios de comunicación e incluso abriendo portadas de periódicos de tirada estatal.

Tras este intento de síntesis de la situación de antigitanismo que vivimos en la realidad, es necesario plantear algunos retos a los que nos enfrentamos dentro de los espacios que pretenden realizar una transformación social real. Considerar el antirracismo político como una realidad dentro de los movimientos sociales, es una autentica falsa, a pesar de los esfuerzos de algunas organizaciones sociales y de muchas y muchos activistas, no podemos decir que sea un principio interiorizado como la clase, o como el género aunque aún quede mucho trabajo en esta categoría. No se realiza un trabajo de debate y reflexión en cuestiones antirracistas, y mucho menos si nos centramos en la cuestión del Antigitanismo, tanto los prejuicios y privilegios no son cuestionados sino que en infinitas ocasiones se muestran actitudes racistas, que cuando las cuestionas ni si quiera aceptan sus privilegios, y el número de “ofendiditos” aumenta considerablemente. En un momento donde el discurso racista va calando cada vez más por desgracia en la sociedad e incluso en las clases mas populares con el auge de la extrema derecha, su llegada a las instituciones, las “fake news” y las redes sociales, se hace más imprescindible que nunca trabajar en ese debate de reflexión en la cuestión antirracista. Un debate profundo, en que como protagonistas estén las personas racializadas, no simplemente como el objeto de exotismo alternativo en la organización, ni como la lista de invitadas en el cierre de un manifiesto, o como figura estrella en tu cartel de anuncio de unas jornadas.

Si realmente hemos llegado a este punto, donde queremos que los movimientos sociales tengan como uno de sus principios fundamentales el antirracismo político, una de las cuestiones que continuamente se repite, es como crear una política de alianzas que realmente sea efectiva. Seamos realistas, no podemos pretender que en un artículo y quizás solo desde mi único punto de vista, pueda existir una única fórmula para alcanzar este objetivo, pero si creo necesario poner sobre la mesa algunos aspectos para generar una posible reflexión colectiva. En primer lugar es fundamental no establecer el mismo criterio de organización interna como un cliché en todos los tipos de organizaciones y luchas, es necesario respetar las distintas formas organizativas y no pretender copiar y pegar modelos, sobrepasar los tiempos e intentar revisarnos todos nuestros privilegios e inclusos cambiar el enfoque con el que miramos a todas las personas con las que convivimos. Queda mucho trabajo en cuestiones de representatividad de las personas gitanas, en los espacios de discusión, en los discursos públicos, en la lucha por la desigualdad y en las peticiones de conquista de los derechos.

Aunque hoy en día muchas somos las personas Gitanas que estamos organizadas social y políticamente, que escriben, que generan pensamiento crítico, que luchan y defienden otros modelos productivos, que sufren la desigualdad y la violencia en primera persona, que cargan con todos los estereotipos posibles, que nos borran de la historia, que somos un número más en la lista de los servicios sociales, que mercantilizan y ridiculizan nuestros cuerpos, nuestras familias y nuestras vidas, nadie podrá negarnos que somos un Pueblo de resistencia, libertad y lucha.

Donde nuestro Sastipen thaj Mestipen (Salud y libertad en nuestra lengua, el Romanés) se hace más necesario que nunca, para seguir escribiendo la historia de resistencia sin que sigan arrancándonos hojas de ningún libro.

Opre Rroma

Sandra Heredia Fernández es activista gitana y concejala de Adelante Andalucía en el Ayuntamiento de Sevilla

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