Poder Popular | Segunda entrega de esta serie de entrevistas sobre el aniversario del referéndum del 1 de octubre, la huelga general del 3 de octubre y, en general, lo podríamos llamar el otoño caliente catalana del 2017. Uno de los desafios más profundos al régimen del 78 en décadas. Consideramos que vale la pena generar un debate entre sectores activistas y organizaciones transformadoras que permita situar donde estamos. Por este motivo hemos enviado el mismo cuestionario a una serie de militantes involucrados en diferentes espacios.
Hoy publicamos las respuestas de Marc Casanovas, portavoz de la Intersindical Alternativa de Cataluña y miembro de diferentes plataformas como las Marchas de la Dignidad o la asamblea de profesorado interino y sustituto. Su sindicato fue uno de los principales impulsores de la huelga del 3 de octubre y de la plataforma contra la represión y por las libertades que reunió la izquierda sindical, social y política activa en la lucha por la libertad de las presas y el ejercicio de la autodeterminación. Ha publicado recientemente una columna, en catalán, alrededor de las lecciones de octubre en La Jornada.
¿Con un Estado y toda su maquinaria represiva en contra, qué hizo posible el 1 de octubre? Qué mandato se desprendía del referéndum?
Es evidente que lo que permitió el éxito del 1 de octubre fue la capacidad de movilización y de autoorganización de la gente. La emergencia de un movimiento (desde los CDRs a las “escuelas abiertas”) en que el gobierno y las organizaciones de la sociedad civil se apoyaron, pero que a la vez los desbordó. Hasta el punto que la propia dinámica de autoorganización popular superó con creces las previsiones del Gobierno.
Se llegó a materializar no sólo el reparto de urnas y papeletas, sino la votación efectiva de millones de personas, pese a la maquinaria represiva del Estado. En los términos en que fue convocado, el mandato era clarísimo en aquel momento: proclamación inmediata de la República catalana.
Del 1-O al 27-O: ¿qué lectura haces de los sucesos de octubre y del final con el exilio, la prisión y el 155? ¿Qué falló?
La secuencia que va ya desde el 20-S al 27 de octubre fue el desafío más grande al régimen del 78 desde la Transición. Pero, también una impugnación a toda forma de procesismo y a sus formas de delegación y representación.
Los CDRs nacieron por todo el territorio como comités de defensa del referéndum, después de la república, y junto con el movimiento de escuelas abiertas construyeron una de las más genuinas experiencias de movilización y autoorganización popular que se recuerdan. El sindicalismo alternativo entró también en escena desde el primer momento y convocó la huelga general del 3 de Octubre que permitió paralizar todo el país.
La posterior proclamación simbólica de la República cuando ya has desmovilizado tu propia base social (en lugar de hacerlo el 3-O después de la “declaración de guerra” del Rey, por ejemplo) y la aceptación después de las elecciones vía 155 dejó patente que en realidad el gobierno no tenía preparado nada aparte de convocar nuevas elecciones con la campaña hecha (“no nos han dejado votar”). De todas formas, el Govern se vio desbordado por una dinámica de movilización y autoorganización que no controlaban ni preveían y que los dejó fuera de lugar.
Esto tuvo consecuencias dramáticas para sus protagonistas, absolutamente injustas y dignas de toda la solidaridad. Pero, desmovilizar a tu propia base para después decir que lo haces porque no te esperabas que el Estado español “heredero del franquismo” actuara con la contundencia que lo hizo no es muy creíble. De hecho, es reconocer tácitamente que en realidad no tenías previsto llegar tan lejos.
En cuanto al 155 ha venido para quedarse como amenaza latente y permanente. Es el nuevo “juguete” represivo que ha descubierto el gobierno del Estado. En connivencia con el poder judicial para mantener a raya cualquier forma de reivindicación política o social.
La utilización y la potencialidad del 155 no se circunscribe a Cataluña. El gobierno del Estado ya amenazó con su posible aplicación a otras comunidades que no cumplieran con los objetivos de déficit. En el actual contexto de políticas austeritarias, de desmantelamiento y privatizaciones de servicios públicos y de precarización creciente del mundo del trabajo, el 155 se ha configurado como una nueva herramienta de excepción en el arsenal represivo del estado. No tanto sólo en la orden de las reivindicaciones nacionales sino contra la protesta social a sus políticas.
Un año después ¿Dónde estamos? ¿Qué ha quedado del primero de octubre? ¿Cuáles son las prioridades?
Un año después el movimiento soberanista no ha perdido su masividad y potencialidades, pero está inmerso en una tremenda crisis estratégica. Una crisis que se expresa en dos sentidos: por un lado, en dinámicas trepidantes de adaptación pragmática y recomposición por arriba. Por otro lado, en apelaciones a el acontecimiento “1 de octubre” para mantener de alguna manera abiertas sus posibilidades (en algunos casos) o para preparar las próximas elecciones (en otros).
Del primero de octubre ha quedado una experiencia de empoderamiento y autoorganización popular masiva. Ha quedado la conciencia clara para millones de personas de lo que significa enfrentarse a un Estado moderno. La experiencia de como sus “consensos” se fundamentan en última instancia en la fuerza pura y dura. Del 1 de octubre han quedado también formas de autoorganización en todo el territorio y redes de solidaridad en el Estado y a nivel internacional. Unas redes de solidaridad que van desde el sindicalismo alternativo a plataformas de movimientos sociales y que luchan por las libertades, contra la represión y por la libertad de los presos políticos. Espacios en defensa del derecho a la autodeterminación, pero ligando esta lucha con la de los derechos sociales y laborales como pueblo trabajador.
Las prioridades están marcadas por la necesidad de levantar un frente amplio y democrático antirepresivo. Sin embargo, simultáneamente hay que pasar a la ofensiva de los derechos sociales. Para esto tenemos que fortalecer y nutrir todas las solidaridades. Considero que tendríamos que levantar entre todas una agenda social antiausteritaria en clave constituyente desde los movimientos sociales. Un plan compartido para ganar todas las libertades políticas, sociales y económicas.
¿Hacía dónde va el movimiento soberanista? ¿Qué papel tendría que jugar el anticapitalismo?
La verdad es que no tengo ni idea de hacia dónde va. Actualmente, el régimen del 78 y las fuerzas sociales y políticas destituyentes que le hacen frente, no sólo las independentistas, se encuentran en un momento de cambio y de impasse. Parece que un proceso de «restauración», integración y estabilización por arriba se abre paso. Pero, en el actual contexto toda forma de estabilidad es un espejismo. Los elementos estructurales que han provocado las turbulencias del último periodo permanecen presentes. Si se traducirán en una dinámica de involución o emancipadora también depende de todos y todas.
Desde el anticapitalismo y la izquierda rupturista en general, creo que habría que inscribir la secuencia octubre en el marco de la “política profana”. Quiero decir no tratarlo tanto como “acontecimiento” fuera del tiempo y la historia, sino como un gran laboratorio y coyuntura crítica. Es decir, una irrupción formidable de dinámicas sociales y formas políticas nuevas para el movimiento. Formas que crearon y generar posibilidades nuevas que hoy nos tendrían que permitir pensar hipótesis. Una base para un marco estratégico nuevo que rompa con el chantaje permanente de la derecha nacionalista.
Los ingredientes para construir una apuesta no gradualista, rupturista y constituyente, que bajo estos parámetros aglutine estratégicamente la izquierda independentista y la no independentista, se materializó aquellos días en forma de movimiento. Esta es la hipótesis que considero que habría que impulsar desde el anticapitalismo.