TERRITORIO Y FRAGILIDAD

Conozco un no-lugar
suspendido entre dos lugares.
Un espacio sin identidad igual a otros
donde el tiempo                        acecha fuera

sin atreverse a entrar
donde nada sucede
salvo la nada                  de la espera.
Es la inexistencia
de las coordenadas espaciales            la dimensión alucinada.
«Buen viaje» repiten mecanos sin deseo
vacío el lenguaje
al sellar el rostro de busto remoto
que ya no te pertenece.
«Buen retorno a la vida».
Puerta 146 y es cada una
igual a todas umbrales idénticos
de otros mundos —dónde estoy
se miran unos a otrosa dónde pertenezco
dónde            mi lugar—.
En el nuevo laberinto rizoma
los carteles señalan
                                      gritan
                                                   acusan:
Pasajeros en tránsito

en trance

y unos seres como pequeñas cobayas sufrientes
se revuelven inquietos en sus asientos
cegados por luces de colores
aturdidos por puertas corredizas
escaleras mecánicas
señales refulgentes
avisos sonoros
desesperados
por la incomodidad de no estar
en ninguna parte
por el dolor de vivir en la grieta
que separa quienes hemos sido
de quienes vamos a ser
en unas horas. Por la angustia
de no pertenecer      aún
a nada.

Ya no estoy aquí,
pero todavía no he llegado.

Sostenerse en esa coma
en esa ausencia
en la pausa de la oración
en el suspiro
en el instante de tomar aire
para recomenzar.
Vivir en el margen ficticio
a tientas tambaleándose
sobre el puente inestable      y aséptico

en tránsito
en tránsito
en tránsito
en tránsito

donde cada uno aguarda
su propio trasplante.

(Maribel Andrés Llamero)

Escrito por:

Comparte: